De cruzar EEUU, los desiertos australianos o las autopistas de hielo en Rusia, los camioneros que recorren miles de kilómetros sin cambiar de vehículo enfrentan un estilo de vida exigente, solitario y fundamental para la economía global.
Mientras el mundo se mueve a velocidades digitales, millones de toneladas de alimentos, combustibles, repuestos y productos industriales siguen viajando a la antigua: por carretera, en los viajes más largos y extremos del mundo .
En vastos territorios como Australia, Canadá, Rusia o Estados Unidos, existen rutas que superan los 4.000 o incluso 6.000 kilómetros, recorridas por un solo camión de principio a fin. Detrás de cada trayecto, hay un conductor que vive semanas enteras sobre ruedas, en jornadas que exigen resistencia, soledad, y una organización precisa para sobrevivir en movimiento.
Los trayectos más largos, país por país
Entre los viajes más extensos realizados habitualmente por un solo camión sin necesidad de transbordos, se destacan:
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Halifax – Vancouver (Canadá): 6.000 km por la Trans-Canada Highway.
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Moscú – Yakutsk (Rusia): 5.000 km en climas extremos, con tramos congelados.
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Nueva York – Los Ángeles (EE.UU.): 4.500 km por la I-80 o I-40, cruzando todo el país.
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Perth – Darwin (Australia): 4.000 km en camiones de hasta 4 remolques (road trains).
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São Paulo – Recife (Brasil): 2.700 km por la BR-116 y BR-101.
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Melbourne – Darwin (Australia): 3.750 km por el corazón árido del continente.
En estos trayectos, no solo se mantienen el vehículo y la carga intactos: en la mayoría de los casos también el conductor permanece al mando durante toda la travesía, con pausas mínimas para descansar, alimentarse o hacer reparaciones básicas.
Dormir en la cabina: el hogar rodante del camionero
En estas rutas, el camión es casa, oficina, cocina y dormitorio. La mayoría de las unidades de largo recorrido están equipadas con un compartimiento trasero llamado sleeper cab, que puede incluir:
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Una cama individual o litera.
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Espacio de almacenamiento para ropa y alimentos.
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Nevera portátil y microondas.
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En algunos casos, calefacción o aire acondicionado independiente.
Pero no todos los camioneros tienen lujo. Muchos duermen estacionados en estaciones de servicio, paradores ruteros o directamente al costado del camino, con el motor apagado para ahorrar combustible. El descanso puede ser interrumpido por el ruido, el calor extremo o el temor a robos en ciertas regiones.
“Dormís con un ojo abierto”, dice Marcos, un camionero argentino que recorrió la ruta entre Mendoza y Recife en 4 días, parando solo para ducharse y cargar combustible. “Cuando no tenés baño cerca, te arreglás como podés. Esto es para el que aguanta”.
Esperas largas, climas extremos y fronteras complicadas
Más allá del trayecto en sí, los camioneros enfrentan largas horas de espera:
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En aduanas o peajes que retrasan los tiempos de entrega.
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En estaciones logísticas donde la descarga puede tomar todo un día.
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En regiones remotas, donde el siguiente parador puede estar a 300 km de distancia.
En Rusia, muchos deben atravesar zonas congeladas con neumáticos especiales y calefacción constante. En Australia, el desierto ofrece temperaturas de 45°C y noches sin sombra. En Canadá, el hielo puede quebrarse bajo el peso del camión si no se circula con precaución.
¿Vale la pena?
La respuesta varía. En rutas como la canadiense o australiana, los conductores bien entrenados y equipados pueden ganar más de USD 100.000 al año, dependiendo de la empresa, el trayecto y los riesgos asumidos. Pero ese sueldo tiene un precio: semanas lejos de casa, jornadas de hasta 14 horas, y un cuerpo que se resiente con el tiempo.
Además, los costos ocultos son altos: neumáticos de repuesto, seguros, combustible, y el desgaste físico y mental. Las tasas de obesidad, insomnio y problemas de salud mental son elevadas en el rubro, según estudios en EE.UU. y Europa.
Vocación sobre ruedas
Pese a todo, muchos camioneros lo eligen con orgullo. “Ver amanecer en la carretera, cruzar tres estados en un solo día, es algo que no te da ninguna oficina”, dice James, un conductor estadounidense que recorre Nueva York–Los Ángeles tres veces al mes.
La conexión con la carretera, la autosuficiencia y la importancia de su rol logístico alimentan una mística que no se pierde. Aunque los camiones autónomos ya están en pruebas, por ahora, el corazón del transporte sigue latiendo en cada cabina donde un conductor duerme, come y sueña mientras el mundo avanza sobre asfalto.
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